lunes, 23 de abril de 2012

El pelo suelto, seco, y todo pica, como las uñas de un gato de metal, cortadas por las nubes, y los rayos de las voces de la gente de la calle, las que no conoces, pero que ves y duelen. Y huyen de ti, y tu huyes de ellos, del vapor, y del veneno. Y te levantas apoyándote en la nada de la ciudad, de las latas doradas, del sabor amargo de la madrugada. El pinchazo debajo del pecho, que te persigue, jugando al pilla pilla, pero tú nunca ganas. Te escondes, sofocada, pero gritas y te oye, y te encuentra, después te ata. Susurra olores que te engañan, tu respiras y te atragantas, y vomitas sonidos de pájaros que se van, que a lo mejor, el año que viene vuelven, pero esperas y no, ellos ya no están más. Y los huesos se te meten para dentro, se te clavan en algo, algo que sangra. El polvo, y las pelusas, todos escapan. Y los brillos…

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