Si algo he aprendido en esta vida, es que un instante, un pequeño fragmento de arena del más minúsculo reloj de tiempo, puede destrozarlo todo. Las cosas pasajeras normalmente no duran mucho, y menos una vida. Si de algo estoy orgullosa, es también haber aprendido de mis errores, aunque me costara, fallo tras fallo, golpe tras golpe, sonrisa a sonrisa, lo conseguí. Algunas veces incluso he llegado a pensar que soy masoca, ¿por qué complico tanto las cosas sencillas? Porque soy un ser humano, supongo. Porque la mente humana va mucho mas allá de la sustancia, de una simple suma de operaciones, que al lado de la vida, del pensamiento, no son más que miseria. ¿Y qué más puedo decir? Que todas las personas estamos hechas de la misma mierda, que no estamos hechos para disfrutar, aunque lo intentemos. Que tarde o temprano acabaremos rompiendolo todo, las ataduras, la felicidad, las lágrimas. Si no nos gusta una cosa, queremos lo contrario, y cuando los conseguimos, cambiamos de opinión. ¿Acaso sabríais decirme el por qué? Yo te lo puedo decir, todo el mundo lo tiene al alcance de su mando. Atiende. Aparte de la vida, del arte, del pensamiento, errar es una de las cosas que nos hace personas, que al fin y al cabo, es un don que no muchos se merecen.
El universo, más que eso. Hemos conseguido construir barcos, enchufes, cámaras de fotos, ordenadores. Simplemente para olvidar nustra razón de ser y no cometer errores. A mí me encanta errar, solo por el hecho de aprender una cosa nueva. Y creo que la gente que me rodea debe de tenerlo muy claro. En fin, la moraleja de todo esto, si es que tiene alguna, quizá podría ser que hemos de aprender de nuestros errores, sería lo más evidente. Pero yo creo que las cosas van mucho mas allá de eso. Que no solo por respuesta hay un sí o un no, ni blanco ni negro. La verdadera moraleja de una vida de errores catastróficos inculcando locura y desesperación allí por donde paso es que hay que aprovechar el momento, que un instante vale más que todo el oro del mundo, que hay maravillas por descrubir, que hay que luchar hasta el final, sentir el aire en elos pulmones a cada bocanada, eso si, siempre con las personas a las que se quiere. ¡Ah! Y también he aprendido a pedir perdón.
Y ese fue el día más sincero de mi vida. Quizá no te gustó, pero me quede tranquila.
Y llámenme desquiciada ahora.
lunes, 15 de junio de 2009
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Errar es una de las dos posibles consecuencias de desobedecer lo establecido, de pasar por encima de la seguridad que otorga la pasividad y arriesgar para salir de la monotonía y la insatisfacción. Errar es una posible situación a la que se llega por intentar hacer algo distinto y jugarsela en pos de la huida de lo habitual, buscar algo divertido y distinto. ¿Qué hay más divertido, más entretenido que observar y afrontar las consecuencias imprevisibles que deriva cualquier error? La otra forma en la que puede acabar un acto es en un acierto y éste era previsto e imaginado antes de llevar a cabo la acción... Llevar razón es jodidamente aburrido y no te da nada de lo que aprender. Si errando pierdes algo que te era querido, vuelve a arriesgar y a jugar para recuperarlo y si no crees que merece la pena hacerlo puedes aprender que en realidad no te importó demasiado ya que no dudaste en jugártelo a riesgo de perderlo y en cambio dudas de arriesgar para recuperarlo. ¿La felicidad? La felicidad se gana aprendiendo de cada acto y de lo que y quienes te rodean para conocerse a uno mismo. Cuando ya consigamos conocernos, conocer lo que queremos realmente en la vida, el camino para lograrlo es un mero paseo a por tabaco.
ResponderEliminarPor cierto, a ver si en el Petroleo te muestras más sociable o menos borracha que viendo a Oi! The arrase...
;-)