domingo, 19 de abril de 2009

Hacía mucho que no gritaba, pero llegó el momento de estallar. Estalló en su propio silencio, no fue algo muy común, pues normalmente cuando esto pasaba se ponía echa una fiera. Todo paso muy rápido. Ella estaba allí, sin nada que hacer, tumbada. Últimamente se pasaba los ratos libres así(también era verdad que últimamente tenía demasiado tiempo libre), en su propia desolación, y ya estaba cansada. Pensó en su vida, en darla un giro, cambiar drásticamente; pensó en marcharse, en dejarlo todo, pero sobretodo pensó en la gente que tenía cerca, últimamente las personas a las que no quería tener cerca se le acercaban como moscas a la miel, y finalmente pensó en él, en el chico que la quería. Eso es lo que la hizo explotar. Se sintió furiosa consigo misma y con él. Se avergonzó, siempre tenía que esconderse, no de su familia ni de sus conocidos, eso era lo peor, sino de la gente que no conocía de nada. Tener que pasar los días con él en oscuros portales y cada vez que alguien pasaba tener que separarse de él, para cuando aquel extraño entrara en el ascensor o en su casa volver a juntarse, a rozarse. Así acabó haciendose rutina que una simple caricia fuera todo un mundo. Así acabaron las dulces lágrimas que se la escapaban a ella de la risa y esa sonrisa que le acompañaba a todos lados a aquel jóven cada vez que la veía feliz. Y acabaron los suspiros cada vez que se enfadaban por una tonteria, la desolación de uno cuando veía que el otro no podía con la vida.

Y todo se hizo rutina. Amarga y así de sencilla.



Lo bueno siempre es breve, y es verdad cuando te dicen que tiempo pasado fue mejor.

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